jueves, 9 de junio de 2011

Empiezo a pensar en nuevos platos...

Ummm...ya hace un par de días desde mi última, y aunque fué copiosa, ya la tengo más que digerida...Como es mi primera entrada, no creo que sepais de lo que os hablo. Bien, yo soy El Lobo FeroZ; sí, el de los cuentos, el que aterra a todos y es perseguido por los cazadores. No voy a excusarme. Es cierto, soy un Lobo, y no voy a los supermercados de compras, no. Acecho en la oscuridad, me agazapo tras arbustos y embosco a mi presa. Esa es mi naturaleza, y no me disculpo. Y cada segundo que pasa, mi estómago ruge...

Como os decía, hace dos días me puse hasta las orejas de carne de cabrito. Fué éste uno de mis mejores golpes. Estuve planeándolo con cuidado, observando, anotando las horas en las que la Madre Cabra se marchaba, y observando cuál era la contraseña que compartía con los cabritos, la patita por debajo de la puerta...Fuí al molino, robé la harina...lo preparé todo a conciencia.

Y fué así como esperé al siguiente día en que la Madre de los siete cabritos se marchó de nuevo. Sólo había un problema más: mi voz. Mi voz ronca y rasgada, que va muy bien para lanzar aullidos aterradores en las noches que hay luna llena, pero que no se parecía en absoluto a la dulce y melódica voz de esa Cabra...No había pensado en eso, pero era el momento justo para hacerme pasar por la madre de los cabritos y que me dejaran entrar en la casa. Y no iba a volver a soplar y soplar, como con aquellos cerditos,pues ya aprendí que las casas de ladrillos no caen por mucho que uno sople...
Así que decidí coger el móvil y mandarle un whatsApp a mi primo el Coyote, que se las sabe todas para intentar atrapar a sus presas (aunque el pobre aun no ha conseguido piyar a ese Correcaminos...)
Y me dió la solución:¡clara de huevo!. Corrí al corral, donde encontré a mi colega el Zorro cogiendo unas cuantas gallinas, y él, aunque de algún modo intentó sacar provecho de la situación, accedió finalmente a darme unos huevos,sólo a cambio de que algún día le devolvería el favor.
Me puse manos a la obra. Tragué las claras, diez, ni mas ni menos. Me empolvé bien la pata de harina, hasta que pasase de su gris oscuro natural al blanco inmaculado de las cabras.
Toqué a la puerta de los cabritos, puse mi tono más dulce y les dije a los cabritos que era su madre, que había vuelto y me abrieran la puerta. Como esperaba, me pidieron que enseñara la patita por debajo de la puerta y así lo hice. Tres minutos después estaba entrado en la casa como un huracán y me zampé uno tras otro a todos esos pequeños bocados blanquitos.
Ummm...siete rollizos cabritos...quedé tan harto que estuve durmiendo horas y horas junto al río. Y de hecho creo que me sentaron algo mal...cuando volví a la madriguera me sentía como si en la tripa en vez de siete cabras, llevara siete piedras enormes...
El caso es, que quedé saciado durante dos días enteros con sus dos noches.
Pero el hambre aprieta de nuevo...¿qué comeré ahora?
Lo cierto es que nunca he probado la carne de niño...sé que en el pueblo hay un pastorcillo, un tal Pedro, al que acusan de gastar bromas pesadas...pero, tal vez lo deje para más adelante. Le he hechado el ojo a otra presa más suculenta, una niña que he visto desde lejos, que viste siempre una capa roja, y que de vez en cuando atraviesa el bosque para, según me he informado, llegar a la casa de su abuela. Si calculo bien mis pasos puedo no sólo comerme a esa niña, sino incluso hacerme con esa vieja que la espera en casa...Tendré que idear un cuidadoso plan para dar el que, seguramente será, mi mayor golpe hasta la fecha...

No hay comentarios:

Publicar un comentario